viernes, 4 de marzo de 2016

CARLOS MARZAL, la mas sublime belleza.




Buen día.
Hoy he preferido escoger un tema que me gusta especialmente a mí, y por ello hago protagonista de este artículo al escritor CARLOS NAVARRO MARZAL, conocido, literariamente, como CARLOS MARZAL, un mas que magnífico ejemplo de lo que ha venido a llamarse poesía de la experiencia, muy presente en la literatura de nuestro país durante la década de los 80 y los 90.
CARLOS MARZAL se licenció en Filología Hispánica, por la Universidad de Valencia, y durante varios años formó parte de la dirección de la revista Quites, dedicada a la literatura y a los toros. 
Su obra abarca tanto la narrativa, la poesía y el ensayo, siendo su primer éxito su obra Metales pesados (Tusquets 2001), dentro de lo que es poesía, concretamente, si bien destacan otros títulos como Los países nocturnos, Poesía a contratiempo o Fuera de mí (XVI Premio de Poesía de la Fundación Loewe); El corazón preplejo, Anima mía y Los otros de uno mismo.
Dentro de lo que es su narrativa nos encontramos con títulos como Los reinos de la casualidad, Con un poco de suerte o Los pobres desgraciados hijos de perra, y todo ello, con independencia de los numerosos ensayos publicados. 

Es de esta forma como CARLOS MARZAL ha visto reconocida su labor, con diversos premios como el Premio de la Crítica de la poesía castellana (2001), Premio Nacional de Poesía (España) (2002), Premio de Poesía Antonio Machado (2003) y el ya citado XVI Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe (2004).

De esta forma me detengo en una exquisita publicación de CARLOS MARZAL, en la Revista Capital ARTE, dentro del espacio "El Coleccionista Imaginario", y que obedece al título de

"UTILIDAD DEL DEDO ÍNDICE


Los dedos de la mano sirven para hacer muchas cosas diferentes; en especial el dedo índice. El pulgar cuenta con muchos adeptos entre los científicos evolucionistas, hasta el extremo de que algunos afirman que ese dedo es el responsable de la mayor parte de nuestras destrezas, el elemento que nos hizo pasar de lo prensil a o lo industrioso. Sin embargo, yo soy mas partidario del índice. Me parece un dedo más interesante, más apuesto, más solemne, un dedo con mas preparación para el mundo, el dedo por antonomasia
En realidad, sospecho que el resto de los dedos -de cuya importancia no voy a dudar ahora-, constituye el séquito del índice, su círculo de confianza, su gabinete de crisis dactilar, como si dijésemos. El índice, que posee toda la experiencia de quien está acostumbrado a dirigir los grandes asuntos, sabe rodearse de colaboradores eficaces, y delega en ellos las tareas secundarias, pero, a la hora de afrontar los problemas capitales de la acción, es él, el índice, el que toma las decisiones, el que se arriesga, el que asume responsabilidades.
Cuando se trata de poner el dedo en la llaga, de escarbar en las entrañas de los vecinos, de señalar al acusado en el momento en que lo solicita el fiscal (y que así conste en acta, señor juez) debemos recurrir al índice. Nadie acometería una empresa transcendente con el dedo corazón, un dedo demasiado afectivo y, si se me permite, de exageradas propensiones anales: siempre al borde de hacer una peineta, de utilizarse en labores proctológicas. Y qué decir del dedo anular: un dedo tibio, un dedo que jamás ha dado muestras de franqueza ética ni de generosidad histótica. ¿Alguien ha visto alguna vez al anular arrimar el hombro, aunque sea el hombro casi inexistente del dedo anular? ¿Alguien ha recibido la ayuda desisteresada, y en solitario, del anular, en algún trabajo doméstico, en algún trance amatorio durante el cual es requerida la ayuda de los dedos del amor? Que levante el dedo quien pueda y quiera defender al anular; y levantará, dicho sea de paso, el índice. Como esta disquisición posee altura especulativa, no voy a dedicar ni un segundo al dedo meñique, un dedo prescindible desde su propio nombre (que apunta hacia un enorme complejo de inferioridad), y relegado, por su escasa formación, o operaciones higiénicas menores, tales como hurgarse el oído o la nariz.
El índice es el dedo. El indicador. El indicado. Si la naturaleza nos hubiese provisto de diez índices, el destino de la humanidad habría sido sublime sin interrupción. Es el dedo reflexivo, el dedo de la poesía lírica, que descubre el pájaro en el aire, la flor en el jardín y el recién nacido en nuestros brazos. Cuando una mujer se lleva el dedo índice a la barbilla y nos mira con fijeza, la suerte está echada. Ha elegido elegirnos.  Ha elegido que la especie prosiga a través de nosotros. Ha elegido que nos sometamos a hondas voluntades contra las que nada podemos hacer. El índice posado en la barbilla de una mujer no constituye un signo de duda, sino una firme señal de obligación".


Courtship the Proposal
Sir Lawrence Alma-Tadema

BUEN DÍA A TODOS


Blog incorporado al
Directorio Hispano de las Artes

Fuentes: Wikipedia.
Capital ARTE.

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