viernes, 17 de marzo de 2017

RUBENS: EL JUICIO DE PARIS.


Rubens

Buen día.


Pedro Pablo Rubens fue, ante todo, un genio de la pintura barroca, en el que se observa la fusión de la cultura flamenca y de los ideales del renacimiento. 

Un pintor que conoció la fama en vida, y que destaca por su fecunda producción, plena de vitalidad, pura innovación, sobresaliendo el dinamismo que adoptan sus formas y ese maravilloso color que siempre sorprende.
Rubens se comunica con el espectador a través de un lenguaje que podríamos calificar como narrativo y también que obedece a la exaltación de la belleza, sin olvidar que nos encontramos ante un innovador de la temática y variaciones sobre ésta.
Acertaremos si calificamos a Rubens como un pintor virtuoso del color, y que maneja perfectamente todos los efectos del iluminismo del barroco, aportando una especial singularidad artística al conjunto.

Las tres Gracias


Abordó prácticamente todos los géneros, el histórico, religioso, mitológico y los retratos, incluyendo el autorretrato, amén de deliciosos paisajes.

Es por ello que hoy me decanto por una obra que es una auténtica delicia, con una temática mitológica, EL JUICIO DE PARIS, datado entre 1638-1639, para el que usó la técnica de óleo sobre lienzo, con unas dimensiones de 199 x 379 cm, y que podemos admirar en el Museo del Prado de Madrid.

Paris


Esta escena que nos reproduce Rubens fue un tema por el que sintió verdadera admiración nuestro artista; PARIS, hijo de Priamo y Hécuba, los reyes de Troya, sobre cuya gestación cuenta la leyenda que estando Hécuba embarazada de Paris, tuvo un sueño: paría una antorcha que incendiaba Troya. El adivino Ésaco profetizó que el niño sería el causante de la destrucción total de la ciudad y los reyes, al nacer su hijo, se lo entregaron a un criado, Agelao, con la finalidad de que lo abandonara en el monte Ida. El niño fue amamantado por una osa durante días, y después recogido por unos pastores que lo criaron como su propio hijo.


EL JUICIO DE PARIS


Dedicado a apacentar sus ovejas, en tanto en el monte Ida se celebraba la boda de la diosa Tetis y el mortal Peleo. La diosa Discordia no fue invitada y furiosa por ello se presentó en la fiesta y lanzo una manzana de oro con la inscripción "Para la más bella". Presentes en la misma, Atenea, diosa de la guerra, Afrodita, diosa del amor y Hera, diosa de la luz y la fertilidad, quisieron hacerse con dicho honor, y por tanto, con la manzana de oro.


Fue entonces que Zeus no quiso ser parte en la decisión y las tres deidades se presentaron ante Paris, acompañadas de Hermes. Paris aceptó el reto y pidió a las diosas que se desnudasen, a lo que las tres accedieron e intentaron conseguir el  favor de Paris ofreciéndoles, Atenea, todo tipo de triunfos en las batallas, Hera, el dominio sobre las tierras asiáticas y Afrodita, el amor de la mujer más bella del mundo: Elena, la esposa de Menelao, rey de Esparta. Paris se decidió por Afrodita, y fue el comienzo de toda la gesta en torno a la guerra de Troya.


En este mágnífico óleo descubrimos a Atenea, empezando de izquierda a derecha, que se distingue por las armas que tiene a su lado, Afrodita, a la que acompaña Cupido, y Hera, con un pavo real sobre una rama.
Curiosamente, un amorcillo se sitúa sobre la cabeza de Afrodita y casi le coloca la corona de la más hermosa.
Sin lugar a dudas, la escena ofrece una sensación total de movimiento, en gran parte debido a las actitudes y gestos, e incluso las miradas entre los protagonistas.


Un amorcillo agarrado a Afrodita

Los tonos se conjugan entre cálidos y fríos, convirtiendo la escena en una composición que es una perfecta muestra de luces y sombras.
Y curiosamente, pese a que esta obra es una de las del último periodo de Rubens, su mano se mantiene firme y no denota, en absoluto el paso del tiempo.



Si centramos nuestra visión sobre cada uno de los protagonistas del momento, es de reseñar la expresividad del rostro que se observa en Paris, quien tiene que tomar la decisión de ofrecer la manzana de oro a una sola de las diosas, en tanto la manzana en cuestión aparece en manos de Hermes.

El actitud de Paris

En el bellísimo rostro de Atenea se adivina, en cierta medida, que la joven no va a ser la elegida por Paris, pues ofrece su mirada un delicado desencanto, circunstancia que no se da en Afrodita, quien mira fijamente a Paris, siendo el suyo el tocado más hermoso que destaca entre las tres diosas, amén del guiño que hace el amorcillo a la escena.
En las tres diosas Rubens nos ofrece, una vez más, lo que es la contundencia de la carne, y ello con independencia de que se sirva de veladuras y transparencias.

Atenea y sus armas

El pavo real, que acompaña a Hera

Como fondo un paisaje que acompaña de forma deliciosa a toda la composición, destacado a base de colores como el verde, el amarillo, tonos blancos, rosas y grises que se combinan perfectamente entre sí y nos permiten captar la agilidad en  la pincelada que siempre caracterizó al maestro Rubens.


Detalle del cuadro

Disfruten de esta maravillosa obra.

BUEN DÍA A TODOS

PURA KASTIGÁ

Blog incorporado al
Directorio Hispano de las Artes.

Fuentes: 
Guía para identificar los personajes
de la mitología clásica. 
Cuadernos Arte Cátedra.
100 obras maestras de la pintura universal
El mundo.




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